Opinión

EL MIEDO DEL HOMBRE A LA MUJER SIN MIEDO: 5 AÑOS DE “NI UNA MENOS” EN ARGENTINA. Por: Lic. Belén Azcona

Es que, ante este escenario, nos duele caer en la cuenta de que el sistema entero, más articulado y cómplice que en cualquiera de sus otras tareas, se encuentra funcionando todavía hoy en detrimento de las mujeres.

Ayer, casi paradójicamente con la fecha que marcaba el calendario, las redes sociales se hicieron eco del reclamo de una víctima de violación en manada, hecho que ocurrió en el año 2012, y que el año pasado recién comenzó a avanzar judicialmente. Pero, lejos de condenar a los criminales, la víctima, que al momento del hecho tenía apenas 16 años, se vio en la necesidad de narrar públicamente a través de su cuenta de Facebook los hechos atroces que vivió, y que ante la negligencia del fiscal Rawson de Chubut, podrían quedar impunes ya que algunos de los implicados fueron sobreseídos y otros están a la espera de que se autorice el pedido de juicio abreviado con la calificación de “abuso sexual simple agravado por la comisión de tres personas”. El fiscal que lleva la causa tomó esta determinación tras considerar que se trató de un “accionar doloso de desahogo sexual”. Esto significa que ninguno podría quedar preso.

Y mientras escribía esta columna,  vino a mi memoria el caso de Lucia Perez, el emblemático caso de la joven de Mar del Plata, también de 16 años, drogada, violada, empalada, quien murió de dolor después de que sus violadores hagan de ella y de su cuerpo las cosas más morbosas que podamos imaginar. Para que luego la justicia, emita una sentencia descartando el femicidio, aduciendo argumentos referidos al carácter fuerte de Lucía, quien a su entender “no hubiera estado con nadie sin su consentimiento” y a su condición de adicta. En otras palabras, la justicia justificó la muerte de una chica de 16 años por consumir drogas, y terminó sentenciando a solo 8 años de prisión a sus asesinos por venta de droga a menores y en cercanía de una escuela.

En nuestra provincia también nos matan, pero no cobra estado de noticia nacional, ni menos es tema de política pública real. Acá, mataron y mutilaron a Lorena Romero, de 21 años, quien fue buscada por su familia durante una semana hasta que unos pescadores vieron pedazos de su cuerpo en el rio Paraná. Acá, también captaron por grooming a Angelina Caceres, de 14 años, y su agresor la violó y mató cuando iba camino a la iglesia de cercanía de su domicilio.

Acá, mientras nos matan, se pintan bancos para concientizar sobre la violencia y discriminación que sufrimos las mujeres, pero no tenemos un protocolo de intervención temprana para prevenir eso, que nos maten. Acá, denunciamos a nuestros potenciales agresores, pero nos desestiman las denuncias si el agresor o su familia tienen algún poder de influencia económica por lo general, y en el mejor de los casos denunciamos, y nos dan un botón antipático que no sirve de nada más que para crearnos la errada ilusión de estar un poco más a resguardo de un Estado que solo se entera que nos hicieron daño o nos quitaron la vida si llegamos a tocar ese botón a tiempo. De salvarnos, de cuidarnos, ni hablar.

Es que también lo hemos visto en Fontana, hace dos días, como violaron y golpearon los mismos policías a hermanas de la comunidad QOM, y sólo se dispuso el apartamiento de funciones del personal implicado, creo por la presión que representó que la noticia tome carácter público a nivel nacional.

Los agresores sexuales, lamentablemente, no discriminan sexo ni edad, aunque es notorio que las mujeres representamos el sector más afectado por estos criminales. Sin embargo, en nuestra ciudad, hace poco tiempo conocimos el caso de un nene de 9 años violado sexualmente en el patio de su casa por un adolescente de 14 años, quien le provocó heridas de gravedad tanto así que el  nene permanece internado en el hospital pediátrico.

Los datos son alarmantes. Según un informe del Observatorio de las Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven”.

El 66% de las víctimas de violencia fueron asesinadas por su pareja o ex pareja, lo que dejó a 1527 niños sin madre.

La mayoría (65%) de los femicidios ocurrió dentro de la vivienda de la víctima, lo que implica que no estamos a salvo ni siquiera en nuestro propio hogar.

El 18,3% de las víctimas había realizado una denuncia previa, dejando expuesto el deficiente sistema de seguridad, o bien, el poco interés que le representa a las fuerzas y al Estado, el bienestar de las mujeres y la preservación de sus vidas.

Durante la cuarentena, es decir que en menos de 70 días, 55 mujeres fueron asesinadas. Golpeadas, muchas más.

Queda claro que con la Ley Micaela no alcanza, si tenemos una justicia que no nos ve, no nos escucha, no nos cuida, ni condena a nuestros agresores. Con los bancos pintados de rojo tampoco alcanza, porque erradicar la violencia machista implica un cambio en el paradigma cultural de nuestro pueblo. Es dejar de naturalizar los micro machismos diarios, las agresiones verbales, los celos descontrolados de nuestras parejas. Es dejar de concebir a las mujeres como seres gestantes con la obligación de maternar, porque la realidad nos indica que también podemos optar por hacer una carrera política, científica, o simplemente no tener hijos sin que eso implique una condena social o que se nos acuse negativamente por una decisión individual.

Necesitamos, pedimos a gritos que dejen de matarnos cada 30 hs, que dejemos de marchar pidiendo justicia por mujeres asesinadas en manos de hombres que decían amarlas, necesitamos y luchamos por la igualdad de derechos en una sociedad del siglo XXI que reclama humanidad.

Para terminar, no se de mejor cita que la siguiente: “Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”, escribió Eduardo Galeano.