Norma Siguelboim nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y lleva más de cuatro décadas dedicando su vida al arte. Participó por última vez en la edición de la Bienal 2018 con una instalación flotante sobre el río Negro y este año, asiste como una de las seis escultoras invitadas de Argentina.
Su propuesta es de las más atractivas, imponentes y coloridas. Se trata de una “nube multicolor” de más de 600 listones de madera, con una historia muy particular: pertenecen a un techo recuperado. “Cuando poéticamente se piensa una obra, pensas en el significado y este tiene que ver con la protección, haciendo referencia al techo de una casa, que se convierte en la protección como una nube hacia el mundo exterior”, explica Norma a Agencia FOCO, mientras pincela unas piezas de color naranja.
En referencia a los materiales, cuenta que los trajo desde Buenos Aires, cortados a la medida de un espesor determinado y lijados. “Esto me llevó más de una semana de trabajo previo”, cuenta. El ensamble de las piezas y el color de cada una, las está realizando en su stand, mientras cuenta que continuará con la construcción de la estructura que “irá colgando y girará libremente”.
Lo distintivo de esta obra, además del atractivo de sus colores es que, entre sus espacios, incorporará la mirada del público que esté observándola desde cualquier ángulo. “Este año con una esperanza de alegría, estoy trayendo una nube que me simboliza vida”, cuenta sobre su elección. “Por otro lado, el mensaje que quiero transmitir es el del cuidado del agua, que es vida y que necesitamos cuidar para todos los seres del planeta”, asegura Norma.
En referencia al desarrollo del evento y la interacción con el público, Siguelboim dice que está “muy feliz y es muy emocionante encontrase con gente que nos trata con tanto cariño. Los escultores que ya hemos estado, estamos apoyando mucho esta edición” y amplía que “en esta edición hay pocos escultores nacionales porque algunos por la pandemia, no pudieron venir. Pero debo decir que me siento muy acompañada por todo el cariño de la gente chaqueña”, asegura.
Además, dice que “la organización funciona de primera. Tenemos súper asistencia en cuanto a la luz, a las herramientas, a las maquinarias”, confiesa sobre el desarrollo de sus actividades diarias.
La enriquecedora experiencia de Ana María, su compañera de trabajo
Como muchas de las y los escultores competidores e invitados, Norma trabaja su obra con una artista chaqueña. En este caso, se trata de Ana María Medina quien es profesora en la carrera de Esculturas del Instituto Superior del Profesorado de Enseñanza Artística Bellas Artes (ISPEABA).
Ana María se acerca a conversar con nosotros y nos cuenta “estoy viviendo una experiencia hermosa. Norma es una excelente escultora y persona. Estoy muy contenta, aprendiendo un montón con ella y muy feliz, porque hago lo que me encanta”, dice con una gran sonrisa.
Norma agrega que “el aprendizaje es mutuo porque de eso se trata el encuentro entre las personas y en este caso, de dos provincias tan distintas. Lo primero y principal es el trato personal y con eso, la obra va a salir de diez porque hay buena energía, hay unión de pensamientos y nos vamos complementando”, asegura. “Trabajamos muy a la par”, concluye.
Norma junto a Ana María. Foto: Pablo Pintos.
Sobre su obra “Cirrocúmulos”
Este hidrometeoro desciende de la atmósfera, dispersando la luz, manifiesta lo que la naturaleza no puede hablar. Allí las metáforas de la luz ayudarán a captar la extensión de un mundo musical transparente.
El destino de las nubes es el viaje y su identidad, el cambio. Como ensoñaciones, varían en su recorrido, se disgregan o se compactan, forman islas o mantos. En sus veloces desplazamientos acortan las distancias entre territorios, desafiando el tiempo. Anuncian, quizás, otra afinidad posible entre pueblos latinoamericanos.
Mientras los nimbostratos compactan y aprisionan el agua y su gris plomizo advierte el peso del encierro, los cirrocúmulos decantan un espacio ilimitado de entretiempos. Dispersan la luz, dejando entrever los espacios.